Como estamos recorriendo el centenario de la localidad, vamos a comenzar a realizar una publicación con los personajes de Mayor Buratovich, con publicaciones de las cosas y personajes de nuestro pueblo que fueron brotando de los recuerdos y pluma de la señora Elsa Bertazzo de Ortes.
“Personajes inolvidables y particulares podríamos recordar varios, como por ejemplo Doña Milagros. Milagros Monje, la tan especial y tan española. Atendía su pequeño almacencito, limpio, pulcro. Tenia un “dicho” para cada oportunidad. Aun hoy hay quienes aplican haciendo alusión a ella. También la recuerdan envuelta en su pañoleta rosada, tejida por ella misma. y su voz llamando a su mimosa gatita blanca para darle su carnecita cortada prolijamente y hablarle como a una persona “ANDA...CHULIA...TOMA...”.
Para disimular su soledad, añorando a su querida España y sus hermanos y sobrinos que quedaron allí, charlaba animosamente con sus amarillos canaritos cantores que aprecian conocerla muy bien. Era una anciana nostálgica.
Bartolo “EL TACHERO”- Se llamaba Andrés Monachín. Pero para todos era Bartolo. Con su mirada extraviada de ojos claros y su carnosa nariz enrojecida por tanto alcohol, fabricaba embudos de todo tamaño, jarros, baldes. Cambiaba los fondos a ollas y fuentones para que siguieran prestando utilidad. Salía a recorrer las calles con un canturreo muy especial surgido de su gangosa garganta... ya a veces lloraba...Sería de soledad?.
“LA PERICA ”. Una pobre mujer que parecía no tener mucha lucidez. Mal vestida, con ropa oscura y pañuelo negro cubriendo su cabeza. Recorría casa por casa pidiendo ayuda. Y la conseguía, extendiendo su tosca mano con la palma implorante hacia arriba. El rancho en que vivía, a los chicos nos provocaba temor, no sé por qué...
El placero “DON ALOTA”. Con que celo cuidaba su cultivada plaza y corría a quienes pretendían arrancar una rosa, que no eran nada finas, pero daban un aspecto alegre al lugar. También corría a gritos con palabras de notorio acento italiano, a los chicos que pretendían circular locamente con sus bicicletas por los arenosos senderos deteriorando su trabajo.
El zapatero TORRES MANANIAN: Un extranjero de nacionalidad para nosotros indefinida. Todo su cuerpo, brazos y torso, adornados con tatuajes indescriptibles. Nunca habíamos visto antes una piel tatuada. Pasaba horas y horas con su raro martillo en mano, golpeteando sobre la suela del zapato gastado, calzado en una pintoresca horma de hierro. Sus dedos y uñas manchados de tinta marrón y negra con que trabajaba sin desmayo.
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