El lechero DON JUAN GOYETCHE: El vasco lechero...Llegaba todos los días, con intensas heladas, fríos calando su delgada figura, bien temprano, o en verano, siempre al primer rayo del sol, para protegerse de los calores y resguardar la blanca y pura leche que él mismo se ocupaba de ordeñar de las vaquitas que también criaba. Cubría los clásicos tarros que hoy usamos de adorno con arpilleras mojadas, para refrescar el producto, cargando en el típico carro preparado para tal fin.
Siempre tenia alguna frase risueña para los chicos de la casa que consumíamos su mercadería. Sus ojitos picarones y su rostro todo, de rasgos bien vascos, como su nariz y sus labios finos de sonrisa apretada.
El panadero DON PARAMIO: Repartía día a día, siempre en el mismo horario, el pan calentito que se servia en todas las mesas. Se anunciaba con todo respeto, con su voz inconfundible “Panaderooo...” que rica era la galleta crocante! Si al tratar de depositarla sobre la mesa tenia el infortunio de que se le cayera alguna pieza al suelo, se apresuraba a levantarla con toda solemnidad, pronunciando estas palabras que tanto recuerdo: “Así en la tierra como en el cielo”. El reparto de ese pan que realizaba en el pesado carro cubierto con la clásica capota de chapa, tan común en esos tiempos para todo reparto de comestibles, era para él un rito casi sagrado. Así lo entendíamos, y así lo respetábamos.
CHITRULO: El músico. Tocaba el violín... a decir de muchos, lo hacia muy bien. Además, tenía alumnos, jóvenes varones y mujeres, a quienes trató de convertir en eximios violinistas... Creo que no lo consiguió con ninguno.
Formó una pequeña orquesta que amenizaba las matinées de los domingos. Vestía pantalón negro, camisa blanca no siempre bien planchada y un característico moño al cuello de color negro con blancos lunares.
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